La rebeldía de los hispanos contra el Islam comienza con la llegada del beréber Munusa a Asturias. Este era gobernador de Jejone (Gijón) y durante su gobierno fue a refugiarse a las tierras asturianas. Allí se enamoró de la hermana de Pelayo, espatario de Vitiza y de Roderico. Puesto que el asturiano no estaba dispuesto a permitir el matrimonio de su hermana con el beréber, fue enviado a Córdoba como rehén y prueba de la obediencia de los cristianos de Asturias, alejándolo del país.
Pelayo consiguió huir de la ciudad que le retenía, volviendo a Asturias, siendo perseguido por las tropas islamitas de la capital. Por miedo a ser apresado, cruzó el río Piñola internándose en los Picos de Europa y entrando a formar parte de los astures de las montañas. Fue Pelayo quien incitó a sus compañeros a la rebeldía contra el Islam. La idea fue bien recibida, y pronto se convirtió en el caudillo de los astures. De esta manera nació en el norte de la península un movimiento rebelde que en un principio pasó totalmente desapercibido en la España de la época, de hecho, los islámicos ni siquiera se preocuparon de sofocarla.
Los refugiados en las montañas, bajo el mando de Pelayo, demostraron a los gobernadores de la España musulmana el gran error que habían cometido al no preocuparse por su causa, ya que serian ellos quienes conseguirían la primera derrota militar de los musulmanes en territorio español.
Respecto a los orígenes de la rebeldía, hay una gran confusión, ya que las crónicas árabes y cristianas son contradictorias. Ni siquiera la fecha de la iniciación de la rebeldía y de su primera manifestación militar victoriosa en Covadonga, puede señalarse con certeza. Sin embargo, todo apunta a que el nacimiento se produjo en el año 718, bajo el valiato de al-Hurr, y cuatro más tarde se produciría la derrota en Covadonga.
Con la llegada a la península del yemení Anbasa ben Suhaym al-Kalbí, designado valí de al-Andalus, se produjeron varios ataques astures a guarniciones musulmanas, provocando una operación de castigo para limpiar las montañas del norte de rebeldes.
La expedición de castigo estaba mandada por Alqama, acompañado del obispo Oppa. Las tropas, en un principio vencieron, acorralando a los rebeldes en un valle a los pies de los Picos de Europa, forzando a Pelayo a buscar refugio en la cueva de Santa María, en el monte Aseuva.
Probablemente el 28 de mayo (la fecha no es certera) se produjo un encuentro entre los musulmanes y los astures tras lo que se produjo una sangrienta batalla, saliendo perjudicados las tropas de Alqama. Estos huyeron hacia los Picos, con destino en Cosgaya, donde parece ser que un desprendimiento de piedras acabó con la vida de muchos de ellos.
Tampoco a este suceso dieron importancia los musulmanes. , abandonando a su suerte a Pelayo y sus seguidores, cometiendo otro grave error del que tiempo después se arrepentirían.
Pelayo comprobó que en las difíciles montañas del norte estaban seguros, por lo que establecieron en Cangas de Onis los cimientos de un pequeño reino, que seria el encargado de iniciar la Reconquista cristiana.
Pelayo 737
La figura de don Pelayo está rodeada de un halo legendario que dota al personaje de gran atractivo. Los especialistas ponen en duda que se tratara de un miembro de la familia real, situándole más bien en el cargo de espatario de Don Rodrigo o alguien vinculado a los círculos de poder de la comarca del Sella. Ante el cada vez más amenazante avance musulmán, un buen número de nobles y eclesiásticos vinculados al último rey visigodo buscó refugio en los montes de los Picos de Europa y en el valle del Sella. Las crónicas hablan de una reunión tribal celebrada en el año 718 en la que Pelayo consigue que se alcance un acuerdo entre su grupo nobiliario y los astures para orientar la tradicional hostilidad de los montañeses contra los musulmanes. Si bien en un primer momento estas acciones no tuvieron ninguna repercusión respecto al gobernador andalusí, en el año 722 el gobernador Anbasa envía contra los rebeldes una expedición de castigo dirigida por Alqama. Las tropas islámicas no serían tan numerosas como narran las crónicas cristianas -que las cifran en unos 50.000 hombres-, saliendo mejor paradas de los primeros choques. Esta inicial victoria musulmana motivaría la retirada de los rebeldes a los desfiladeros de los Picos de Europa donde tendrá lugar la famosa batalla de Covadonga (722) en la que -de nuevo según las crónicas cristianas- intervino la Virgen María en ayuda de sus devotos. Esta es la razón por la que años más tarde se levantaría el santuario mariano de Covadonga. La primera victoria motivó que el gobernador árabe de Gijón se retirara, permitiendo que Pelayo y sus fieles fueran ganando terreno y controlando parte del territorio astur. Tras una nueva victoria en Olalíes -la actual Proaza- Pelayo se asentó en Cangas de Onís, cambiando las montañas por el valle, y fomentó un proceso de cristianización de los astures. Poco más sabemos de los rebeldes, quienes para las autoridades islámicas no tenían importancia, aludiendo a ellos como "treinta asnos salvajes". Debemos advertir que Pelayo nunca se consideró rey por lo que este honor quedaría reservado para su yerno Alfonso I.
DON PELAYO |
Favila 737 - 739
(?-739) Rey de Asturias (737-739). Sucedió en el trono a Pelayo, su padre. Se le debe la construcción de la basílica de Santa Cruz en Cangas de Onís. Murió despedazado por un oso durante una cacería.
El primer rey de Asturias será Alfonso I. Era hijo de don Pedro, duque de Cantabria, y se refugió en las montañas astures ante la presión musulmana. Allí se puso en contacto con el grupo de rebeldes liderado por Pelayo y se casó con una hija de éste llamada Ermesinda. A la muerte de Fafila fue elegido su sucesor y en un momento desconocido se tituló rey. Quizá la ascendencia nobiliaria de Alfonso motivó este cambio de titulación ya que sus antecesores no habían utilizado este nombre. Podemos imaginar que estableció en la capital -Cangas de Onís- unos hábitos y costumbres más estructurados que los existentes hasta ese momento en una sociedad localista, reivindicando el pasado visigodo. Y es que Alfonso I puso en marcha un auténtico plan de expansión de su territorio, aprovechando la crisis política que vivía al-Andalus. La mayoría de las tierras entre la Cordillera Cantábrica y el Sistema Central quedaron vacías ante la huida de sus habitantes hacia el sur debido a las rebeliones beréberes y la terrible sequía que asoló la península en aquellos años, provocando la "desertización de la meseta del Duero" como refiere Sánchez Albornoz. Este abandono demográfico permitió que Alfonso realizara una serie de victoriosas expediciones por Galicia, el valle del Duero y el alto Ebro, ocupando la Cornisa Cantábrica desde el Atlántico hasta las tierras vasconas a la vez que se exyendía hacia el sur al apoderarse de León, Astorga o Simancas. La actual Tierra de Campos quedaría como una zona de nadie para dificultar los ataques musulmanes, trasladándose buena parte de esa población al norte. De esta manera Alfonso dotaba a su reino de importantes contingentes militares y demográficos con los que llevar a cabo la paulatina repoblación de estas tierras. El reino de Asturias se extendería por las actuales Galicia, Asturias, Cantabria, Alava, La Bureba y La Rioja, levantando fortalezas en las fronteras. Será su hijo Fruela quien herede la corona a su muerte en el año 757.
ALFONSO I |
FRUELA |
El hijo de Alfonso I se convertirá en su sucesor como rey de Asturias. Fruela se encontrará con una situación bastante diferente a la vivida por su antecesor ya que los Omeyas se habían afianzado en al-Andalus con Abd al-Rahman I. Pero no sólo tuvo que enfrentarse Fruela a problemas de índole externa sino que tuvo que hacer frente a una serie de cuestiones internas debido a la heterogeneidad de las regiones que controlaba. Galicia y Vasconia se rebelarán contra el poder central demandando mayor autonomía.
Para establecer lazos con las aristocracias indígenas y poner fin a los intentos autonomistas, Fruela se casó con la alavesa Munia, madre del futuro Alfonso II el Casto. Estos deseos autonomistas -tanto de la nobleza como de la jerarquía eclesiástica- chocarán con la política centralista del rey, que sería calificado como "áspero". No en balde, estos poderosos enemigos acabarían con su vida al asesinarle en Cangas de Onís, siendo sucedido por su primo Aurelio. El peligro exterior procedente de al-Andalus se concretó en una expedición de castigo a tierras alavesas hacia el año 766 y en diversos ataques por la zona gallega, solventados con una victoria de Fruela. Los objetivos cordobeses serán las zonas extremas del reino asturiano, evitando en lo posible la tierra del Duero. Esta victoria sobre las huestes cordobesas permitirá a Fruela alcanzar la línea del medio y alto Miño, avance que se consolidará con la construcción de nuevos edificios religiosos.El asesinato de Fruela I en Cangas de Onís a manos de algunos de sus clientes motivó que el linaje de Alfonso I estuviera a punto de abandonar el trono astur. Pero esto se evitó al ser designado sucesor Aurelio, hijo de Fruela, hermano y uno de los más estrechos colaboradores de Alfonso. Las relaciones con el emir cordobés Abd al-Rahman I fueron pacíficas ya que el monarca cordobés estaba más interesado en controlar los focos de resistencia aristocrática que habían surgido que en luchar contra los cristianos. Aurelio se enfrentó a una rebelión de esclavos, muestra de la aguda tensión social que vive el reino debido al intenso proceso de señorialización que se estaba produciendo. La revuelta será sofocada antes del fin del reinado, siendo sucedido Aurelio por Silo.
Silo será el sucesor de Aurelio en el trono asturiano. Los especialistas consideran que podría tratarse de un miembro de la aristocracia indígena -debido a su nombre- emparentado con el linaje alfonsino gracias a su matrimonio con Adosinda, una hija de Alfonso I. Vivió un periodo de paz con los cordobeses debido a los duros conflictos internos que tuvo que solventar Abd al-Rahman I, involucrando en ellos hasta el propio Carlomagno. Los deseos independentistas de la región de Galicia se manifiestan en una rebelión, sofocada al derrotar Silo a los sublevados en la batalla del Monte Cupeiro (Lugo). La corte se traslada de Cangas de Onís a Pravia, suponiendo el incremento de la importancia de la zona central respecto a las montañas, indicando también el aumento de la seguridad en el reino. Mauregato será su sucesor.
Tras el fallecimiento de Silo, su viuda Adosinda intenta elevar al trono a un miembro de su linaje. El elegido es el joven Alfonso II, hijo de Fruela I. Sin embargo, la inexperiencia del joven rey motivaría que Mauregato -hijo natural de Alfonso I- liderara una fuerte oposición, provocando la retirada del monarca a tierras alavesas bajo la protección de su familia materna. Mauregato se hace con el trono aunque las fuentes apenas hacen referencia a su reinado. Los graves enfrentamientos en las fronteras y el desarrollo de la querella adopcionista serán los hechos más destacables de este corto reinado. Con la querella adopcionista Carlomagno deseaba separar sus dominios peninsulares de la obediencia de Toledo. Elipando, el metropolitano de Toledo, para evitar la separación, aceptó la doctrina adopcionista -basada en que Cristo, en cuanto a hombre, sería sólo hijo adoptivo del Padre, de ahí su nombre-. Cuando la noticia llegó a Asturias el monje Beato de Liébana y el obispo de Osma atacaron las tesis del metropolitano de Toledo y afirmaron la independencia de la Iglesia asturiana frente a Toledo. Vermudo será el sucesor de Mauregato.
El fallecimiento de Mauregato provocó al elección de Vermudo I como rey. El nuevo monarca era diácono y hermano de Aurelio, sobrino por tanto de Alfonso I. La paz vivida durante algunos años respecto al reino andalusí cambiará con el ascenso al emirato de Hisam I. Dos expediciones serán enviadas hacia el reino asturiano, atacando las zonas de Alava y Galicia. Con el consiguiente botín capturado, el ejército cordobés se retiró, momento que fue aprovechado por Vermudo para atacar. Sin embargo, los cordobeses reaccionaron triunfalmente y derrotaron a los asturianos en el Bierzo. Ante esta derrota, Vermudo abdicó y se retiró a un convento. Alfonso II se hacía de nuevo con el trono.
Alfonso II fue nombrado rey de Asturias tras la muerte de Silo gracias a la mediación de Adosinda, la reina viuda. Sin embargo, la juventud del monarca motivó que un grupo de nobles encabezado por Mauregato se hiciera con el poder, refugiándose el joven Alfonso en tierras alavesas. A la muerte de Vermudo I regresaba de nuevo Alfonso a escena, ahora con 32 años y mayor experiencia, haciéndose definitivamente con el trono. El nuevo monarca era hijo de Fruela I y la alavesa Munia, formando parte del linaje de Alfonso I. Las dificultades llegaron pronto, procedentes del sur. En los veranos de 792, 793 y 794 diversos ataques cordobeses saqueaban la zona de Alava y el corazón de reino asturiano, llegando hasta la capital, Oviedo. En una de las retiradas Alfonso infligirá una severa derrota a los cordobeses, en la pantanosa zona de Lutos. Precisamente para evitar estos continuos ataques, el rey asturiano iniciará estrechos contactos diplomáticos con los reyes de Pamplona y Carlomagno y su sucesor, Ludovico Pío. El contacto con la corte carolingia motivará la llegada a Asturias de influencias culturales, religiosas o políticas. Al-Hakam I evitará en la medida de los posible que se produzcan estos contactos y atacará la zona de Alava y Lisboa de manera contundente entre los años 798 y 803, aunque el éxito cordobés será muy limitado. Abd al-Rahman III continuará con esta política de campañas anuales, utilizando Galicia como frente de operaciones. Asturias saldrá reforzada de estas campañas ya que afianzará sus dominios en las zonas de Castilla, Galicia y León, poniendo en marcha una intensa labor repobladora en estos territorios. La situación interna del reinado de Alfonso II tuvo un momento de gravedad, entre los años 801 y 808, cuando el rey fue obligado a retirarse al monasterio de Ablaña ante la presión de un grupo nobiliario. Recuperó el trono gracias al noble Teudano, poniendo en marcha desde ese momento una importante labor de reorganización del reino, vinculándose a la herencia visigoda para reforzar el poder real. El anónimo autor de la "Crónica Albeldense" manifiesta que Alfonso restauró en Oviedo "todo el orden gótico toledano, tanto en la Iglesia como en Palacio". Construirá un nuevo palacio en Oviedo que será su centro propagandístico y se distanció de las Iglesias toledana y franca, creando una nueva sede metropolitana en Lugo. El sobrenombre de "el Casto" viene motivado por su renuncia a las mujeres, falleciendo sin descendencia, lo que motivó que la corona recayera en Ramiro I.
Al morir Alfonso II sin hijos se producirá una grave crisis en el reino asturiano. Ramiro I había sido el elegido por el grupo nobiliario -ya que era hijo de Vermudo I- pero en esos momentos se encontraba en Castilla preparando sus futuras nupcias, a pesar de su edad avanzada, unos 53 años. La ausencia del monarca provocó el estallido de una rebelión encabezada por Nepociano, poderoso noble que era cuñado del rey y contaba con importantes apoyos en los territorios orientales. Ramiro reclutó un importante ejército en Galicia y combatió al rebelde, derrotándole junto al río Narcea. Estos levantamientos nobiliarios se repetirán en otras ocasiones a lo largo de reinado como muestra de la conflictividad social provocada por el paulatino proceso de señorialización que estaba viviendo el reino. Dentro de este proceso también encontramos muestras de bandolerismo que también serán sofocadas al igual que los ataques vikingos a las costas de Gijón y La Coruña del año 843. Esta política represiva motivará que la "Crónica Albeldense" llame al rey "Vara de la Justicia". La paz exterior que vivirá el reino será aprovechada para insuflar nuevos aires al proceso de repoblación, lanzándose hacia la estratégica plaza de León y la zona de el Bierzo. El territorio no estará definitivamente asentado ya que sufrirá un ataque cordobés en el año 846. La paz será también aprovechada para desarrollar la construcción de los importantes monumentos del Naranco, en las cercanías de Oviedo: el Aula Regia (hoy iglesia de Santa María) y la capilla de San Miguel de Lillo, o la ermita de Santa Cristina en Pola de Lena. Ordoño I sucederá a su padre.
Con Ordoño I, hijo de Ramiro I, el reino de Asturias alcanzará el momento de máximo esplendor. Por primera vez en la monarquía asturiana el monarca fallecido será sucedido por su hijo. Las luchas internas de al-Andalus favorecerán la expansión territorial, repoblando Ordoño los valles altos de León, la comarca del Bierzo o las ciudades de León, Astorga y Tuy. Los repobladores procedían en su mayoría de las zonas musulmanas, concretamente Toledo o Coimbra, así como gentes de la zona cántabra. La importante victoria en la batalla de Albelda -también llamada de Clavijo- (860) traerá consigo el fortalecimiento de la zona de Alava y Castilla, evitando las aceifas procedentes de Zaragoza. Amaya y las plazas de Coria y Talamanca serán ocupadas por el conde Rodrigo. Esta intensa actividad repobladora provocará la intervención del emir Muhammad I, derrotando al conde Rodrigo en la batalla de la Morcuera (865) tras saquear y arrasar la ribera del Ebro y La Bureba. El proceso repoblador sufría un importante parón con esta derrota, falleciendo al año siguiente Ordoño I. La corona quedaba en manos de su hijo Alfonso III el Magno.
El reinado de Alfonso III el Magno coincide con el momento de mayor expansión territorial alcanzado por el reino asturiano. Los límites de sus territorios serán el Cantábrico por el norte, el río Duero por el sur, el Atlántico por el oeste y Navarra por el este. Alfonso sucede a su padre Ordoño I cuando contaba con 18 años por lo que pronto aparecerán los levantiscos nobles. El gallego Fruela Vermúdez encabeza una rebelión que será sofocada gracias a los apoyos castellanos con los que contaba Alfonso. También la zona vascona vivirá una revuelta que acabará siendo derrotada. La debilidad de al-Andalus será aprovechada por el rey astur expandiéndose por el norte de Portugal. Oporto será tomada (868) y la zona comprendida entre el Miño y el Duero vivirá un importante proceso repoblador, alcanzando la plaza de Coimbra (878). De esta manera Alfonso podía contener las ansias guerreras de la nobleza gallega. La respuesta del emir cordobés no se hizo esperar y en el año 879 Muhammad I enviaba un potente ejército contra las plazas de León y Astorga. Alfonso saldrá victorioso del encuentro en la batalla de Polvoraria, lo que redundará en sus deseos de expansión. En 881 penetraba en el sur del Tajo y avanzaba en dirección oriental, contando con el apoyo de los Banu Qasi de Tudela y la monarquía navarra, casándose con la princesa Jimena. Un año después el conde Diego Rodríguez fundaba la plaza de Burgos. En 883 las tropas musulmanas eran derrotadas en Pancorbo y Castrojeriz. El emir cordobés firmará un tratado de paz con Alfonso lo que significa que el asturiano ha alcanzado la culminación de su poder. La Meseta Norte se convertirá en su próximo objetivo, llegando hasta el Duero. Zamora, Simancas y Toro serán tomadas entre los años 893 y 900 mientras que por la zona oriental llegará a Osma y San Esteban de Gormaz (Soria). La repoblación de estos territorios se hará con colonos procedentes del norte -cántabros, vascones o gallegos- y mozárabes llegados de al-Andalus. La expansión del reino de Alfonso, el control sobre la nobleza y su posición dominante ante los reyes de Navarra motivarán que en algunos textos aparezca el título de "Imperator" para referirse a Alfonso, aprovechando la idea de continuidad y herencia visigoda que existía en el reino astur. Se redactarán un buen número de crónicas que exaltan la supremacía asturiana. Curiosamente los últimos años de Alfonso III están teñidos de cierta oscuridad ya que en el año 910 parece que el rey es apresado debido al triunfo de una rebelión nobiliaria encabezada por su propio hijo García y el conde castellano Munio Núñez. La inminente división del reino en cuatro espacios -Galicia, Asturias León y Castilla- será la consecuencia de la revuelta y de la muerte de Alfonso III. Podemos afirmar que la supremacía del reino de Asturias sobre los demás reinos cristianos de la península ha finalizado. En adelante, sus sucesores se titularán reyes de León.